El fallecido presidente nicaragüense Anastasio Somoza, depuesto por una invasión comunista en 1979, tiene más agallas muerto que el expresidente estadounidense Jimmy Carter, vivito y coleando. Asesinado hace 38 años en Paraguay, Somoza sobrevive en el libro Nicaragua traicionada, cuyas 431 páginas hacen trizas a Carter, quien prefirió ponerse del lado de Fidel Castro antes que del de un firme aliado de los EE. UU.
Publicado un año después del golpe financiado por los soviéticos y justo antes de la muerte de Somoza en 1980, Nicaragua traicionada es, por muchas razones, un libro fundamental sobre política exterior en América Latina (disponible en inglés como Nicaragua Betrayed). Sin la versión del exmandatario nicaragüense, comunicada impecablemente con ayuda del periodista estadounidense Jack Cox, habría un gran vacío en la historia. Organizaciones internacionales como la Organización de Estados Americanos (OEA) y la Oficina de Washington para América Latina (WOLA), junto con grandes medios de comunicación, han revelado su inclinación socialista al distorsionar lo que sucedió en la década de 1970 en Nicaragua.
El libro es una píldora roja porque pone patas para arriba la narrativa oficial y desenmascara ante el lector la visión de moda sobre heroicos revolucionarios en una lucha de David contra Goliat, que no pasa de un cuento de hadas. Somoza demuestra la infiltración socialista en el Departamento de Estado de los Estados Unidos y la ingenuidad y el engaño de Carter, a quien describe como un fracasdo que abandonó la escuela secundaria. Desafortunadamente, esa inclinación socialista permanece, como Steve Hecht ha documentado en Impunity Observer.
Mientras que los terroristas marxistas invadían Nicaragua e incluso tomaban como rehén a toda la Asamblea Nacional, nadie en la OEA defendió a Somoza y la gobernabilidad democrática. Somoza incluso anunció públicamente que se retiraría como presidente y jefe de las Fuerzas Armadas al final de su mandato en 1981, pero eso no era suficiente para sus enemigos ideológicos.
Y eso no es lo peor.
Fidel Castro estaba suministrando liderazgo, municiones, entrenamiento y hombres a la facción terrorista, con el apoyo adicional de Costa Rica, Panamá y Venezuela (Somoza no escatima calificativos para el dos veces presidente venezolano Carlos Andrés Pérez, ya que comparte muchas de sus reuniones y sus consecuencias). Mientras tanto, Carter y sus subordinados del Departamento de Estado bloqueaban el comercio, la ayuda y todos los préstamos internacionales para Nicaragua. Somoza no podía comprar armas porque nadie podía entregarlas. Carter incluso rechazó a los israelíes, que entendieron la amenaza a Nicaragua. Somoza tampoco pudo obtener dólares sin las exportaciones de café y carne de Nicaragua.
Aunque los nicaragüenses, especialmente los militares, permanecieron leales a Somoza, no pudieron luchar para salvar a su país sin municiones, y definitivamente no contra una coalición extranjera grande, bien equipada y bien entrenada. Los acuerdos de la OEA y los acuerdos de defensa mutua fueron ignorados. Tristemente, Somoza aprendió de la peor manera que “los tratados y pactos no tienen fuerza o significado real” y su determinación por hacer cumplir el derecho internacional no llegó a nada.
Este relato, escrito en primera persona, es mucho más que una clase de historia y probablemente arrancará lágrimas al lector. El nivel de descarado engaño, condescendencia y necedad por parte de los funcionarios estadounidenses convierte al caso en tragedia. A medida que estos diplomáticos expulsan a su propio aliado incondicional —un graduado de West Point y de la escuela secundaria estadounidense, nada menos— los parásitos comunistas se aprovechan y dejan a Nicaragua en ruinas, al punto que todavía es el país más pobre de América Latina continental.
Peor aún, esta tragedia es conocida por muy pocas personas, entre las cuales me incluía hasta hace poco. Los ganadores no fueron los únicos en escribir la historia, pero Nicaragua Traicionada permanece injustamente ignorada como fuente histórica. Mi deseo es que más personas lo lean y consideren sus implicaciones. Por ejemplo, explica por qué los militares guatemaltecos, particularmente bajo el ahora fallecido Efraín Ríos Montt, no tomaron a la ligera una invasión similar en su país.
El impacto del libro en mi pensamiento ha sido profundo, y me ha animado a elevar mi voz aún más a favor del capitalismo laissez-faire. A lo largo de su relato, Somoza nota la falta de voluntad de líderes nacionales como el venezolano Pérez de enfrentarse a Castro; su cobardía ha resultado devastadora para Nicaragua, sus países de origen y el continente. Los millones de exiliados latinoamericanos en Canadá y Estados Unidos son un testimonio viviente de la destrucción de la misión socialista de Castro, y nos obligan a decir ¡basta!